Programa Seguimos Leyendo

 

Discurso Dra. Ma. Isabel. Grañén Porrúa

Programa Seguimos Leyendo
Hay frases mágicas que nos transportan a lugares fantásticos, frases como “Había una vez”... Y sí, ya veo, ustedes se están imaginando qué tantas cosas pudieran haber sucedido, así que les cuento lo que pasó.
En un lugar cercano, en una hermosa ciudad, había una señora que creía en los libros, tanto los amaba que con ellos había construido su mundo: su casa estaba llena de libreros, en su trabajo había volúmenes por todas partes: tomos en las mesas, en el suelo, en las paredes y hasta las patas de su escritorio estaban hechas de libros. Y ¿qué creen?... en sus venas corrían las letras. Créanme por donde caminaba dejaba huellas en el suelo como si fueran códices mixtecos.
 
Los libros eran su pasión, su música y su canto porque en éstos había encontrado un refugio. Con ellos había viajado por lugares insospechados, en tiempos remotos y a planetas inexistentes; había conocido a personajes siniestros y geniales como piratas malvados, artistas famosos, rockeros rebeldes, incluso hasta los reyes más poderosos del mundo. A veces, se metía tanto en la lectura que una vez logró saludar al fantasma espectromex, pudo sacarle la lengua a la peor señora del mundo, tuvo el placer de despeinar a la tía Chofi y hasta se enfrentó en un ring con el enmascarado de lata. Ella se daba cuenta de que las letras bien leídas tenían un poder especial para llenar la vida de alegría.
 
Aquella señora era inquieta y soñadora, notaba que la vida también era un cuento y que lo interesante era cómo contarlo. Así, por las noches se quedaba muda mirando al cielo, pedía a las estrellas el milagro de que bajaran al mundo, que se convirtieran en lectores voluntarios y que pudieran contarle a los niños la vida a manera de cuentos.
 
Y, un día, eso sucedió, de verdad, así fue, unos 220 lectores voluntarios cayeron del cielo en la ciudad más hermosa del mundo. Pudieron orientarse gracias a 5 extraordinarios coordinadores que los guiaron por 80 talleres de capacitación y cuando sus picos se llenaron de luz brillaron en las aulas de 20 escuelas. Tal era su destello que 5,000 niños escuchaban anonadados sus historias, las llevaban grabadas en sus recuerdos y éstas poco a poco se hacían parte de ellos. Los maestros no podían creer lo que veían, se ponían verdes de emoción cuando notaban que sus alumnos crecían en sus pupitres al ser rociados por el encanto de las palabras de los libros. Los 20 directores de las escuelas tenían los ojos cuadrados de asombro, notaban la gran fortuna que habían llevado las estrellas luminosas. Esos lectores eran más que unos superhéroes, por su propia voluntad estaban ahí dispuestos a transformar el entorno en un mundo más humano y creativo.
 
Pero el cuento no termina aquí. Aquella luz era tan intensa que hasta los reyes magos pudieron verla desde los desiertos lejanos. Montaron su caballo, su camello y su elefante y cabalgaron miles y miles de kilómetros. En su interior, algo les decía que aquél lucero era semejante a una que habían visto hacía 2012 años en un pequeño poblado llamado Belén. Entonces el camino se les hizo ameno porque la esperanza abrigaba en ellos. Llegaron y se postraron ante la luz, traían sus ofrendas, pero no, en esta ocasión no llegaron con oro, ni incienso, ni mirra, no, las cosas habían cambiado, llevaban consigo libros, muchos libros para ofrecerles a los niños de Oaxaca, para llenar su vida de esperanza.
 
El corazón de la señora enletrada palpitaba a toda prisa, parecía que estaba dentro de un cuento real, que aquello era verdad y no podía contener su emoción, así que tomo aire, miró al cielo y agradeció con toda su alma a aquellas personas que dejaban brillar tanta alegría.
 
Así da inicio este cuento sin un “colorín colorado”, sino con un deseo de seguir incrementando las sonrisas de los niños a través de un programa más ambicioso de lectura en el que varias instancias estamos cocinando y su aroma es tan delicioso que ya se nos antoja. Pero ésta es otra historia que otro día les contaré.
 
María Isabel Grañén Porrúa
Presidenta de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca
Septiembre 2013